sábado, 17 de abril de 2010

Hipo still alive

Había un hipopótamo sangrando tirado en la calzada dentro de un túnel. Debo resaltar, para que los lectores no se lleven un susto, que era de peluche. Eso, un hipopótamo de peluche. Una niña lo miró, pero no lo recogió. Parecía sucio. Una pareja de muchachos pasaban por allí cogidos de la mano y sintieron mucha pena. Imaginaron todas las historias que el hipo había vivido, imaginaron la cara del niño que lo había perdido. Lo recogieron y lo adoptaron para sanarlo y curarlo. A partir de ahí en esta historia se desarrollaron muchos acontecimientos difíciles de relatar y resumir: La Muchacha se fue de la ciudad y del país en el cual se encontraba el hipo y El Muchacho. Aprendió otro idioma, otra manera de vivir. Creció y olvidó al hipo. El muchacho se quedó allí, regaló el hipo a otra persona, que viajó mucho con éste. La persona se lo regaló a su vez a otra persona, que también viajó mucho con él, y le dio mucho cariño.
Unos años más tarde del día en el que el hipo fue recogido y adoptado, La Muchacha volvía a estar en la ciudad y cerca del túnel. Estaban en una barra de un bar, y El Muchacho también estaba allí, detrás de la barra. Ella estaba sentada, delante, con la mirada triste por los acontecimientos que el mundo está sufriendo, de cenizas, guerras y sangres. Bebían cerveza y hablaban de estas cosas. Cuando Una Mujer llegó y dijo a La Muchacha: "hipo still alive". Ella e sorprendió. ¿Quién era hipo? Otra persona preguntó en voz alta esa pregunta misma "¿Who is hipo?" Hipo, contó La Mujer, es un hipopótamo que ella -refiriendose a La Muchacha- recogió junto con él -refiriendose a El Muchacho- y lo salvaron, y ha estado con muchas personas viajando y ahora está conmigo". La muchacha no entendía nada. ¿Ella misma?. El Muchacho tuvo que mirarla, y decirle: lo recogimos del túnel, estaba sangrando.
El recuerdo golpeó tan fuerte a La Muchacha que se calló del taburete. O, quizás más que el recuerdo mismo, fue el sentimiento de haber olvidado el recuerdo sin entender cómo el que la golpeó. Nunca olvidaba nada, tenía memoria de elefante para pequeños detalles. Se sentía mareada. Sorbió el último trago de cerveza y comenzó a llorar: hay demasiadas guerras en el mundo, pero sin embargo un peluche de hipopótamo ha logrado sobrevivir a la maldad y al olvido, y me golpea su recuerdo para decirme algo.


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