Los viajes me vuelven loca. Los amo y los odio.
El primer momento es el sueño: todos aquellos lugares donde sueñas ir. En este punto puedo decir que viajar es lo que más amo en el mundo.
Pero a la vez, todos esos lugares que No podré visitar me causan una angustia constante que me hace agobiarme con el tema Viajar.
El siguiente paso es hacer realidad uno de esos viajes, por pequeño o grande que este sea. Entonces llegan los planes y sueños y las miles imagenes que se forman en tu cabeza del lugar. Maravilloso.
Pero luego llega una de las partes odiosas: hacer realidad el plan. Buscar vuelo, comprar un chubasquero o un paracaidas, o cremas, y por cierto aquello otro.
Entonces odio los viajes.
Pero cuando todo eso está solucionado, llega el momento en el que faltan semanas, o días, y todo el mundo te pregunta, y tu dices, con brillo en los ojos: "Si, voy a Parapanchin" el corazon se me agranda y la alegria me inunda. Amo los viajes!
Pero entonces... llega el día antes de irme. Y me encuentro con el momento en el que mas odio los viajes: hacer la maleta. Las odio. Se me resisten, y mira que viajo, cambio de estrategia y de maleta y me reinvento. Pues nada.
La hago, la deshago, meto aquello, pongo esto, saco lo otro y lo vuelvo a meter. Lleno la maleta de porsiacasos. ¿Cuanto pesa ahora? Necesito sacar un porsiacaso. Pero pongo dentro otros dos.Por si acaso llueve. Por si acaso hace calor. Pesa 20 gramos menos. Necesito que pese 3 kilos menos. Me empiezo a desesperar, no se como elegir. ¿Y la bolsa de mano? Esta perfecta! ¿? No me lo creo! Ah no, la comida y los chocolates de regalo. Pues pasa sin ellos. ¿Sin la comida!? NOooo!Puf. Me empiezo a agobiar. Tengo todo repartido por la habitación y miles de dudas y de "cosas de ultima hora" me bombardean el cerebro, empiezo a maldecir y estar borde, lloro un poco, y luego digo: mañana termino.
Mañana nunca llega: es un mismo día constante. Me levanto cuatroprecientas veces en la noche por miedo a quedarme dormida cuando suene el despertador y la noche se me hace interminable. Digamos que no llego a dormir.
Pero al fin Mañana llega, me levanto tarde, no me da tiempo a terminar la maleta, lo hago todo rapido, me acuerdo de dos porsiacasos más, los meto, me da igual todo, desayuno porque necesito para no caerme de sueño y hambre, y pierdo mucho tiempo terminandome el café y llega el momento vertiginoso: tengo que ir deprisa para no perder el avión/tren/bus. Me empiezo a acordar de todo lo que he olvidado. No sé cuantos kilos tendré que dejar en el aeropuerto o si el equipaje de mano es muy grande. Empiezo a meter los cargadores de movil y las pequeñas piezas por los bolsillos de la chaqueta y me duele la barriga de los nervios.
Al final llego mas temprano que nadie, facturo, y paso el control, y tengo que esperar mucho rato aburrida paseando por el Duty Free y haciendo como que leo uno de los libros que me había llevado por si acaso pero en los que no me puedo concentrar.
Al contrario que mucha gente que empieza a tener nervios cuanto mas cerca está del avión, yo empiezo a relajarme. Una vez que estoy sentada, ya soy feliz. No heperdido el avión, ni me han echado atrás la maleta y todo lo que se me ha olvidado ya da igual: estoy en camino! Las ilusiones vuelven y vuelvo a olvidar la parte en la que odio los viajes. Me acurruco en el avion, hago como que pienso, miro como el avión despega y un suspiro hace turbulencias: me encanta viajar.
martes, 30 de junio de 2009
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1 comentario:
Ah, a mí los nervios me duran hasta ya montado en el bus/tren/loquesea; a veces, me pregunto si no me habré equivocado, si no estaré de camino hacia vete tú a saber dónde. Y si es de vuelta, posiblemente sin saldo en el teléfono ni dinero para recargarlo. ¿Y si me pierdo...?
Y es que tampoco basta sólo con los nervios de la ida, con el no dormir por si acaso el despertador no suena o por si llegas tarde o por si te has equivocado; una vez llegas a tu destino, me contagio de paranoisis y miro siete veces al minuto los billetes de vuelta.
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