Digamos que nunca me pongo dos calcetines del mismo color y me gustan las películas de risa. También esas que no entiendo, para después hablar de cosas que no entiendo. No entender el mundo está más de moda y es más facil que entenderlo. Me pinto las uñas una vez al més y las conchas rojizas dan color al blanco de mi palidez frente al mundo, esa palidez de verguenza de desgana, y de locura. Pero sobretodo de los globulos blancos o meloninos no muy morenos de miel, algo así decía la vida es así en erase una vez el hombre. Busco nueva ropa y nuevos libros para dejar atrás los antiguos. Y busco ropa y libros antiguos porque me aburro de los nuevos. Peso medio gramo más de la cuenta si la cuenta siempre la pago yo y mido cuatro pulgadas menos de lo obligatorio en las reglas de lo que no se es o sí.
Llevo gafas grandes para esconder mis ojeras y ojeras grandes para esconder mi sonrisa, y sonrisa grande para esconder mis gafas.
Pienso ciento y cuatro mega-imagénes por segundo y me quedo en la ducha mucho más rato del necesario para que se escurra el jabón de mi piel olor a mandarina o coco. Me descamo por desidratación incuidadosa ciudadana y suelo vivir un minuto más por delante, una hora más por detrás, y cuatro estímulos estimados por cada circunstancia aflojada.
Me reparto las partituras de las canciones que no tarareo en desayunos de notas para adentro. Pinto las esquinas de las libretas y doblo las esquinas de las calles con la inseguridad -en mi corazón ilusión en mi mente miedo en mi alma esperanza- de ver a un monstruito o un unicornio cruzándose conmigo, pero nunca aparece. También doblo las esquinas de las hojas de los libros que si que tienen monstruitos y unicornios, aunque sé que está mal, porque por las noches se escapan sus bostezos por las esquinas de los libros que dejo. Bebo el zumo del envase y lavo la ropa sin separar el blanco de los colores, bebo el café con tanta azucar que es azucar con café y tan quemando que siempre me quemo, y todo, todo esto me encanta.
Y todo esto para qué?
Igual tiene tan poco sentido que ni asentado se siente el sustento de su entendimiento.
Calcetines de colores esparramados por mi habitación.
Hoy llevo dos amarillos. Creo que hacía años que no.
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3 comentarios:
Conozco a alguien que cada día de la semana se pone los calcetines de un color del arcoiris. Siete colores para siete días. Si un día no usa calcetines, eso sí, no se salta el color sino que lo guarda para mañana.
Por lo demás, a excepción de que le echa hasta cuatro o más cucharadas de azúcar al té, es bastante normal; tarda 45 mins en ducharse, 60 en bañarse y en las esquinas de la calle busca artistas ambulantes que actúen por placer.
Ya sabes, esas cosas de un yo.
He disfrutado muxo de la lectura de las cosas que te marcas por estos lares blogueros
la verdad que me ha gustado mucho!, te seguire la pista
como se presenta el veranete?
un saludaco!
Me he enamorado de usted soñorita, tal como es o como son las cosas tal como me enamoro.
¡Me enamore de la dama de una historia!
gracias
Saludos y buenas vibras desde México.
Bler
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