miércoles, 1 de septiembre de 2010

Tripas en la carretera

No me gusta cuando voy conduciendo por la carretera, intentando aguantar en el punto muerto de la desidia, en el que mi cuerpo quiere descargar toda la rabia sobre mi pie, y éste a su vez se intenta contener de pisarle más, porque voy al límite entre 140 km por hora casi rozando los prohibidos 160 km por hora, y de repente veo un animal que ha sido atropellado. Todo lo anterior era solamente para contextualizar lo rápido que pasa este instante. Y lo inerte de mi cuerpo que cuando conduce se relaja. Pero en ese momento toda mi vida da un vuelco, y mi empatía es tal que parece que sean mis tripas las que están ahí desparramadas. Mis piernas tiemblan, aunque me cueste confesarlo, el acelerador deja de ser punto firme. El coche se reduce por inercia a casi 80 por hora, y me quedo un rato en trance, retirada a la derecha, detrás del Golf negro que no tiene nada en que pensar y respeta el límite de velocidad. La imagen horrible se repite en mi retina, sangre y sangre. Entrañas, sesos, carne, en la carretera. Una lágrima aparece tímida bajo mis gafas de sol. Cambio de canción, y le vuelvo a pisar fuerte.


Pensando con la barriga II

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Los que decidieron pararse un ratito indefinido